Después de unos cuantos experimentos con jabones solo de aceite de oliva nos animamos a introducir más grasas.
Por todos es sabido que el aceite de coco hace que los jabones hagan más espumitas, así que dicho y hecho, compramos aceite de coco y ¡a jabonear!
Pues bueno, una experiencia desastrosa. La mezcla trazó superrápido y quedaros feos, feos, feísimos.
En el siguiente experimento ya controlamos lo de la traza pero no terminaban de endurecerse, así que en los siguientes añadimos ácido esteárico para que quedara más duro y otra vez jabones blandos.
Probamos a echar menos agua en la mezcla y mejoró la cosa pero solo sutilmente.
Hasta que por fin descubrimos que el problema no venía del aceite de coco sino de la sosa. Volvimos a la marca de siempre et voilà! duros como cuernos.