Cogimos cachitos de varios colores y a rallar. En esto te tiras un rato bueno y puedes llegar a perder las huellas dactilares (doy fe de ello), pero no pasa nada, vuelven a salir.
Cuanto tuvimos bastante cantidad, unos 280 ó 300 gramos pasamos a la acción... Utilizamos una receta básica, solo aceite de oliva y coco, cuando alcanzó la traza añadimos el tinte (dióxido de titanio) para que quedara bien blanquito y destacaran los colores. Después añadimos el aceite esencial de litsea cubeba y finalmente todas las ralladuras, lo mezclamos bien para que se distribuya homogéneamente, et voilà! el resultado quedó muy bien, a mis sobrinas les ha gustado un montón.
Lo siguiente será practicar jabones con incrustaciones, pero eso será otra historia.
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